Los vehículos híbridos y eléctricos utilizan diferentes tipos de batería, de acuerdo con la marca del automóvil u otros criterios, que son tenidos en cuenta por los fabricantes. Las baterías de Litio (Li-Ion) y Níquel son dos de las baterías más utilizadas en estos tipos de vehículos. Por eso este artículo abordará las principales ventajas y desventajas de ambas.
Las baterías de Níquel poseen una energía másica y volumétrica mayor que las baterías de Pb-ácido, lo que permite que se disminuya el peso y tamaño de las baterías. Su cátodo (polo negativo) está compuesto de óxido de Níquel y, el ánodo (polo positivo) es una aleación metálica que puede almacenar hidrógeno. Su electrolito está compuesto de hidróxido de potasio. Admiten recargas rápidas (cuya duración oscila entre una hora y tres), lo que permite aprovechar mucho más la energía que se ha generado durante el frenado regenerativo y tienen una densidad alta de energía, que va entre los 60 y 80 Wh/kg.
El impacto medioambiental de las baterías de Níquel es menor con respecto a baterías de otros materiales. Esto se debe a la eliminación del plomo de sus componentes y al poco mantenimiento que necesitan. Sin embargo, su voltaje inferior hace que esta batería sea más utilizada sobretodo en vehículos híbridos. Además, el número de ciclos que posee la batería de Níquel durante su vida útil (entre 300 y 600 ciclos) es moderado y no resiste bien el frío extremo, lo que reduce severamente la potencia ofrecida.
Por otro lado, se encuentran las baterías de Ión-Litio (Li-Ion), formadas por celdas que usan compuestos con inserciones de litio como electrodos positivo y negativo. Estas baterías no sufren del efecto memoria (por lo que pueden cargarse sin estar completamente descargadas) y no requieren de ciclos para extender su vida útil. Posee una alta densidad de energía y un bajo peso, y su autodescarga es menos de la mitad, con respecto a las baterías de Níquel. Por lo anterior, las baterías de Li-Ion son ideales para ser utilizadas en vehículos eléctricos.
No obstante, las baterías de Li-Ion tienen un coste elevado (aunque han bajado significativamente su precio en la última década, según un estudio de Bloomberg NEF) pierden prestaciones con la temperatura y cuando son sometidas a condiciones de sobrecarga o sobredescarga, se degradan paulatinamente. A esto hay que añadir que estas baterías envejecen, sean usadas o no.
Tampoco se puede olvidar el impacto medioambiental que tienen los residuos de estas baterías cuando ya no son usadas. Con respecto a su manipulación, debe tenerse presente que el Litio es un elemento que reacciona de forma violenta cuando entra en contacto con el agua, lo que aumenta el riesgo de explosiones. Por eso, puede haber problemas de inseguridad en caso de que se presenten rupturas o fugas.
Actualmente, se están realizando numerosas investigaciones para desarrollar baterías de Li-Ion con mejores características, y así puedan ser utilizadas en vehículos híbridos y eléctricos. De hecho, ya existen iniciativas que hacen posible el reacondicionamiento de las baterías de Li-Ion, cuando su vida útil en los vehículos eléctricos finaliza. El propósito es que las baterías no sean desechadas cuando ya no puedan usarse en los vehículos y contribuir con el impacto que tienen en el medioambiente.
Este artículo fue elaborado gracias a la colaboración de Cise Electronics Corp.
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